jueves, 24 de mayo de 2007

A los que esperan


Los que esperan están justo a este lado de la ciudad. Dónde estás tu ahora. Miran el mármol de la cocina, se sientan de cuclillas junto a los semáforos, encienden y apagan cigarrillos como si fueran grillos en medio de una noche de verano. Así viven los que esperan. Como tu. Como tu vives ahora. En mitad de una espesa oscuridad.

Esperar es admitir que el tiempo presente es inútil. Pero que todo es tiempo presente porque hay algo que nunca está: el objeto de espera.
Esperar es ponerle nombre a una ausencia. Y encadenarse a esa ausencia. Y respirar ausencia. Oler ausencia. Tocar ausencia. Escuchar ausencia.

Pero tu ya sabes todo esto. Por eso estás aquí. Justo en este minuto inservible, quieres que todo se pare para que algo llegue. Pero todo avanza y nada llega.

Tu paciencia pesa lo mismo que tu amargura. No quiero ser parte de las cosas que te han pasado. Pero sé que no puedo ser parte de las cosas que te pasan porque ya no te ocurre nada más allá de la propia espera. Oigo pasos en el piso de arriba. Y no consigo esquivar el insomnio.

La vida está inequívocamente en otra parte. En otro sitio. La vida tiene que ser algo diferente a la incertidumbre, algo diferente a la inercia, algo diferente a los domingos por la tarde. Pero en la cocina solo hay restos de comida, bolsas de basuras y platos hundidos en la miseria del fregadero. La vida es aceitosa, sucia y polvorienta en este lado apático de las cosas. Ya no quiero esperarte más. Ya no quiero esperarte.

Estás a un centímetro de mi pero ya no sabes recorrer las distancias. Tengo las uñas sucias como las junturas de los ladrillos. Y telarañas, telarañas en las lágrimas.

Busco el gesto pero hasta a las marionetas se nos olvidan. Todos hemos aprendido a fingir que no estamos esperando. Pero tu y yo sabemos que es mentira. Y por eso estamos aquí. En el café Zurich. Dónde todos se desencuentran. Delante de un taza. Tu esperas a que yo me atreva a preguntarte: ¿A qué estamos esperando? Porque te mueres de ganas de responder: “A que sea demasiado tarde”.

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