miércoles, 1 de agosto de 2007

IGMAR BERGMAN



Has muerto y yo siempre recordaré que el día en que Bergman murió me bañé en el mar hasta que se ocultó el sol. Y pensé en ti. Sin saber aun que habías muerto. Pensé que está Galicia anacrónica no debía ser diferente a tus veranos de infancia en Upsala. A los pocos recuerdos felices que tenías de tu padre, a las tardes de cine con tu abuela. A tus primeros escarceos con el sexo. A los primeros patinazos de un corazón impotente. El tuyo. Tan impotente como yo enfrente del sol, dentro del mar y sin saber que habías muerto.

A tus películas les ocurre lo mismo que a esta tierra: ambas son proclives de convertirse en desgracia. Es un misterio. Casi una forma de ocultismo. O una predilección inquebrantable, intransitable por las emociones que estallan, o por las que permanecen indefinidamente contenidas. En cualquier caso, hay paisajes y personas que son idóneos para el drama. Permíteme que te diga que tu eres una de ellas.

¿no podías haber aguantado unos años? Dejarnos alguna película más, dejarme hablar contigo un ratito. Ya sé que poco debía importarte a ti, atormentado por tantos demonios, lo que una estudiante de cine con crisis de identidad tuviera que preguntarte. Pero en fín, al menos saber que estabas vivo. Aunque tampoco sea cuestión de exagerar.

Cuándo empecé la carrera, lo único que sabía de ti era que te gustaban las partidas de ajedrez contra la muerte, y al lado del mar. Poca cosa. Bajo mi humilde opinión el séptimo sello está sobrevalorada. Tenías fama de retorcido y tremendista. Pero había mucho más, que me esperaba en el estante izquierdo de la videoteca de la facultad. Igual que tu amé y odié por partes iguales a Liv Ullman. El temblor casi invisible de su labio inferior, las connotaciones diferentes que adquiría según el argumento: ese horrible perfeccionismo de Secretos de un matrimonio, el tormento existencial de Persona y una frivolidad abominable en Gritos y susurros. Todos los sentimientos y el rostro de una mujer. Como si fuera un mapa interpretable. Tu convertiste su primer plano en una geografía difícil por la que el espectador debía circular y aventurarse y no sólo en el estallido obvio de una emoción. Pero Liv no fue la única. Por ahí dicen de ti que eres un gran director de actores. Yo creo que más que nada eres un director de actrices: Bibi Anderson, Ingrid Tullin, Harriette Anderson. Todas en la frontera entre las amantes convertidas en amigas y las amigas convertidas en amantes. Todas como encarnación de todos tus odios y de todas tus noblezas. Todos personajes rotundos. Insuflados de una complejidad a ratos insostenible.

Pero no seré quien yo me disponga ahora a psicoanalizarte. No soy tan cínica. Al menos, no de momento. No sería de recibo. Al fin y al cabo esto no deja ser una carta de admiración profunda, incondicional, casi erótica.

Yo creo que para hacer buen cine hay que estar un poco loco. Hay que ser un poco genio. Un poco déspota. Un poco cabrón. Por eso te perdonó los pecadillos, las traiciones a las mujeres de tu vida, los hijos que has olvidado, ese cinismo con que lo cuentas en tus libros de memorias. Por eso y porque no soy muy dada a los juicios morales. No creo fueras tan perverso. Sólo un poco torpe. Un poco inadaptado. Un outsider, como la protagonista de cómo en un espejo, cómo Mónica en Un verano con Mónica, como el niño de Fanny Alexander y como Johan en Secretos de un matrimonio y en Saraband. Saraband, tu último regalo.

Yo fui a verla a los cines Verdi de Barcelona, sé que era un sábado por la noche de diciembre y que tenía algo de fiebre.
Recuerdo que lloré en la escena en que la pareja de ancianos duermen abrazados desnudos y lloran desconsoladamente. Sé que en esa escena comprendía algo sobre el ser humano que en aquel momento logré traducir en palabras pero que ahora ya no puedo. O quizás lo haya olvidado.

En el fondo creo que todo formaba parte de un juego que tu habías inventado contigo mismo. Una representación teatral a modo de vida y obra. El dramaten de tu propia existencia. Como en El sueño de Strindberg que se te aparecía de vez en cuando. Un juego de presencias, ausencias, sombras, nombres recuerdos y fantasmas que se mezclaban y se confundían en el interior de un proyector de cine. Sí, creo que nos has engañado a todos. Creo que te culpas y te perdonas según el momento de tu vida, creo que te miras desde fuera y desde dentro, desde vivo desde muerto. Creo que tu eres tu vida y tu obra. Y creo que en eso precisamente consiste el ser un autor, el ser un artista, el ser un poeta. El resto, los que no cruzan ese límite que linda con la locura, con la pérdida de la realidad, los que sólo se atreven con sus sueños y no con sus pesadillas, los que no son capaces de mirar el reverso siniestro de las cosas, los que no son capaces de verse desde cerca y desnudarse con total falta de pudor ante un modo de expresión. Esos, sólo pueden aspirar a ser meros fabricantes, productores, empresarios, artesanos. Pero no serán nunca genios. Porque nunca se exigirán más de lo que ya han dado de si mismos. Aunque todo hay que decirlo, probablemente sean más felices de lo que tu fuiste,

Y también más felices de lo que yo seré. No porque me esté comparando contigo, Dios me libre. Sino porque te me has contagiado un poco, o yo me he contagiado de ti. De ver tus películas, leer tus libros. De tratar de entenderte . Y debe ser por eso que ando muda por el mundo como Elisabeth Vogler. Y debe ser por eso que hoy me he encontrado llorando tu muerte en el océano Atlántico. Como si todo tuviera un poco algo que ver y a mi se me hubiera instalado dentro una pena abstracta e incomprensible. Como si alguien me hubiera estado hurgando durante mucho tiempo las heridas. Y yo lo único que pudiera hacer al respecto es ver tu cine, como una manera de seguir aprendiendo, de seguir investigando en el origen y destino de las sombras. Cruel, sádico, tierno, triste , traumático, maestro, Igmar Bergman.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

buenísimo este homenaje a bergman... si te parece, me gustaría publicarlo en mi revista... (lo dejo como comentario, porque o estoy un poco dormida tras una madrugada de insomnio, o no veo un mail de contacto por aquí cerca), en fin, ya estaremos en contacto. saludos!

Anónimo dijo...

ah, que se me olvidaba... Iguazú. Revista Artesanal de Literatura y Cultura (www.revistaiguazu.com)